Extractor automático de realismo mágico (EARM)

“A menudo, muchos traductores dan por sentado el acto de leer. La competencia lectora en sí misma, indispensable para adquirir la competencia traductora, rara vez se debate en traductología.” 
Freddie Plassard, Lire pour traduire, 2007, nuestra traducción

 

Leer sin analizar el discurso es un poco como ver un espectáculo de magia sin esforzarse por descubrir los trucos del mago. Y eso está bien, para la magia. O para la lectura de ocio. Sin embargo, para la traducción hay que abrir bien los ojos. Hay que ver cada truco en cámara lenta, si es posible.

El análisis del discurso aplicado a la traducción puede ayudar concretamente a objetivar el proceso de traducción, así como la evaluación del producto de esta operación. Como explicaba en mi artículo anterior, hay que aprender a mirar más allá de la superficie del texto, es decir, alejarse de presuposiciones como que “todo está en el texto”, incluido el “significado” o la “intención del autor”.

Esta competencia lectora resulta esencial para traducir tanto textos literarios como pragmáticos. Sin embargo, es a menudo el análisis discursivo comparativo de las obras literarias con respecto a sus traducciones, publicadas a lo largo de la historia, el que permite ilustrar mejor la ausencia de una teorización profunda de la lectura en la pedagogía de la traducción.

E insisto. Las máquinas siguen sin ser capaces de ver los textos como discursos, como redes semánticas, y no como una linealidad de caracteres, palabras o frases aisladas

La automatización de la lectura analítica: ¿ciencia ficción?

Para automatizar o semiautomatizar la traducción del cuento Continuidad de los parques de Julio Cortázar, primero habría que procesar el texto con un Extractor automático de realismo mágico (EARM). Este programa informático tendría, en primer lugar, la capacidad de determinar que el texto fue escrito en una época y en una sociedad en la que los escritores de la literatura de vanguardia latinoamericana habían comenzado a desafiar las convenciones literarias y realizaban un trabajo de carácter experimental y, dada la situación política de la época, también de carácter político.

De este modo, el EARM tendría la capacidad de analizar tanto las rupturas en la cronología narrativa como del uso contemporáneo y convencional de los tiempos verbales. Además, podría detectar todos los elementos mágicos de la obra, aquellos elementos inexplicables que elevan el texto más allá de la comprensión racional. El EARM también tendría la capacidad de analizar y tratar las ambigüedades, los mundos reales y ficticios que se fusionan en el texto, los paralelismos, las comparaciones y los contrastes en el vocabulario y la distribución de los párrafos.

En resumen, nuestro EARM sería capaz de percibir los numerosos factores que influyeron en la producción del texto original para poder, conectado a un motor de traducción automática o un gran modelo del lenguaje, proponer un texto en la lengua de destino capaz de producir en el lector el mismo efecto mágico que el texto en español de Cortázar, nuestro hábil mago de las palabras.

Creo que ya hemos tenido suficiente “análisis automático del discurso”, que por ahora sigue siendo ciencia ficción. Nosotros, los profesionales del lenguaje, gracias a nuestra experticia, tenemos la capacidad —y el deber— de hacer todo eso: solo necesitamos la formación adecuada para desarrollar nuestra capacidad de lectura analítica y nuestras competencias en traducción, revisión y posedición razonadas.

 

¡Ahora les toca a ustedes!

Ante textos tan ricos e ingeniosos como el cuento Continuidad de los Parques o incluso la obra maestra literaria Cien años de soledad (recientemente adaptada a la TV), las máquinas flaquean donde los humanos sobresalen.

 

Así que les propongo un reto: ¡pongan a prueba continuamente los límites de las máquinas! Tomen un pasaje de realismo mágico, un poema ambiguo o una obra literaria exigente e intenten traducirlo automáticamente. ¿Qué observan? ¿En qué se equivoca la máquina? ¿Cómo, ustedes como humanos, llenan esos vacíos?

Cuando hablas de tus experiencias con tu familia y amigos, contribuyes a poner de relieve lo que hace que nuestra profesión de traductores sea una auténtica alquimia intelectual y emocional. En definitiva, la idea de un EARM es casi una paradoja. Porque, si bien la magia de las palabras puede verse a veces rozada por la “inteligencia” artificial, nunca se deja capturar por completo. Algunas obras, y su traducción, seguirán siendo siempre un asunto profundamente humano, en el que la intuición, la empatía y la imaginación no tienen equivalente algorítmico.

(Continuará…)